sábado, 30 de septiembre de 2023

Brademburgo la puerta a una nueva emoción.

Muchas ideas surgen en mi cabeza para poder comenzar este race report, todas ellas tienen un denominador común que es la alegría y satisfacción que me vuelve al cuerpo al recordar el cruce de la línea de meta. Hay mucha evidencia que explica lo difícil que es correr los 42km del Mito de Filípides, sin embargo, existimos nosotros que mentalmente nos preparamos para abordar este desafío con optimismo. 

A horas de que en Chile se corra en Viña la misma distancia y a una semana de la Major de Chicago, quiero compartir con ustedes amigos lectores de mundo running mi experiencia (maravillosa) por las calles de Berlín hace casi una semana.

Lo primero a establecer y sé que ustedes entenderán es que aquella mañana húmeda y calurosa estaba con la idea de lograr el objetivo. Con mi compañero de equipo BEKOJI habíamos preparado esta MAJOR con el deseo de optar a Boston bajo el indicador de tiempo. Somos de la cepa del año 76, para lo cual debíamos cruzar antes de las 3horas 20 el pórtico. 

Insisto, las emociones estaban allí depositadas con su justa razón. Durante los meses previos mis entrenamientos (pueden visualizar mis posts en mi IG @julianbravo) anunciaban con letras de neón que la carrera más rápida de los MAJOR, como es considerada la alemana, debido a la escasa altimetría, me podría entregar el ticket para la más longeva de las Six y de esa manera tener al menos en el papel, la idea de colgar bajo mi cuello cuatro medallas.

Hasta esa mañana calurosa y húmeda- lo reitero no como excusa- sino que para que aquel que pueda leerlo, prepare BERLIN en condiciones distintas a las que lo hace habitualmente. Esa fue nuestra lección aprendida, en cuanto cruzamos la meta. Habíamos evitado el sol y nuestros entrenamientos se realizaban a las primeras horas del día.

El comienzo fue alentador y emotivo. Nuestro tiempo de MDS nos había dejado en la wave D, esto quiere decir que a las 9:15 hora local dimos por iniciado el sueño. Escribirlo ahora es reconocer en lo que se ha transformado el correr en mí, además de ser una forma de vida que ha ido de manera silenciosa mejorando mi forma de interactuar y ha entregado la llave para disfrutar de cada instante, también me ha permitido pensar que la medalla de los SixMajors puede estar alguna vez en mi hogar.

Ver a los atletas de elite como Kipchoge en la pantalla gigante a solo metros de nuestra ubicación es una sensación que sin duda aumentó mis endorfinas.

Mi entrenador había visualizado con anticipación la corrida y en base a nuestras performance dividió el circuito. Pensábamos que por la multitud que participa el inicio sería complejo, de allí que fuese un tanto “conservador” con el pace deseado, sin embargo, la avenida que nos llevaría a TIEGARDEN era demasiado amplia, jamás tuvimos esa problemática y desde los primeros kilómetros pudimos seguir con tranquilidad la línea azul (tres marcas en este caso, debido a que Adidas es el main sponsor) 

En cada nuevo beep del kilómetro las sensaciones positivas aumentaban. El kilómetro 8 es el primer instante donde saco mi Gopro para grabar (tenía en mi cabeza dejar para el recuerdo la entrada grande a Boston) allí dejo plasmado lo cómodo que nos sentíamos. Las pulsaciones y el discurso dentro de los parámetros. No era un “Easy run” pero tampoco estábamos cerca del Threshold, por lo cual la emisión se escucha de manera correcta. Luego de consumir un gel pensé: “en la media maratón volveré a dejar un registro para los amigos que siguen esta plataforma”, sin embargo, el calor comenzó poco a poco a dinamitar las ganas. 

En el kilómetro 15 le comentó a Abel que he comenzado con una molestia en el lado interno del muslo derecho. Me replica con su ánimo intacto – Vamos, para esto hemos trabajado a darle. A seguir, queda menos.

De allí en adelante comenzó otra carrera y mi lugar seguro fue mi respiración. El ruido ambiente ensordecedor por momentos quedó en un silente mar de personas. A más de una hora de haber comenzado, mi mente y yo creábamos el nuevo binomio que me permitiría cruzar la meta.

Dejar la carrera nunca fue opción. En aquel instante se me vinieron a la cabeza las palabras dichas por el atleta Gonzalo Zapata en una charla previa a Berlín. El clima de Berlín es extraño. “Yo no tengo mi PB allí y en ocasiones hay que cambiar la estrategia” desde la comodidad de mi casa esa sentencia sonaba más a una frase hecha que a una certeza.

En la curva que daba cuenta del Medio Maratón ni siquiera tuve la intención de prender mi cámara. Sentía pesadez en la pierna derecha y nuestra polera negra del grupo tampoco ayudaba a disminuir la sensación de calor. Voy en la mitad, me aliento de manera silenciosa. 

Los largos de 30km realizados en el parque Rabat se habían incrustado en mi mente como unos entrenamientos agradables e incluso necesario. Creía internamente a esta altura de mi vida como maratonista (llevo más de 7) que es una linda distancia. Allí fije mis ideas y avanzaba de manera fluida apoyado por mi metrónomo en 190b. Es curioso pero dentro de este rango es donde aparece mi mejor desempeño en cuanto a tiempo, incluso estoy un segundo más bajo del pace solicitado.

El km 30 llegó muy pronto, es decir, la única parte de ascenso del circuito había pasado. De ahora en adelante venía la bajada, aquella que los expertos dicen sacar provecho. Sería una falacia mencionar que el dolor había desaparecido. La cadencia se mantenía a un nivel óptimo bajo mis circunstancias y Brademburgo estaba cada vez más cerca. 

En el km 32 un encargado de animar a la audiencia y a los competidores anunciaba en inglés que quedaban los últimos 10km. El mensaje resonó en mi cabeza como un desafío enorme, por unos segundos, la rodilla volvió a emitir algún comentario molesto, el cual se fue diluyendo con el constante beep de la muñeca. Allí descansa desde hace un tiempo mi estrategia de carrera. El metrónomo en mi izquierda me da luces de la pérdida de ritmo o si es que he apurado o cosas por el estilo, permitiéndome encontrar una manera de disfrutar estas distancias.

Con mi compañero Abel fuimos alternando tiempo juntos y en soledad. Tuve que hacer una parada en pits en el kilómetro 9 y luego de casi seis minutos logré alcanzarlo. Por su lado, él quedaba atrás en los instantes en que se acercaba al agua. Llevar en tus pertenencias el agua me ha ayudado a bajar segundos en mi tiempos de carrera.

Pasado los 30km nuestro correr era un hermoso andar al unísono. Sentía mi cadencia acorde con mi metrónomo y veía como la derecha de Abel caía en el mismo instante que la mía. Dibujé en mi cabeza nuestro ingreso en la parte final del trayecto sosteniendo la bandera chilena por cada extremo y de reojo viendo como el sub 3:20 se lograba. Fue un instante de alegría genuina que se hizo patente en la piel de mis brazos. Fue solo una ilusión pasajera.

El nuevo kilómetro anunciaba una baja en nuestros tiempos y los puestos de avituallamientos se hacían más necesarios. Agua o el líquido especial de Maurten fueron los combustible que me dieron la energía para llegar. 

En mi IG anunció luego de Brademburgo que estoy corriendo solo con el corazón desde hace un par de kilómetros. A mi compañero Abel le ha pinchado la parte posterior de su pierna derecha y se ha quedado atrás.

La soledad de los últimos tres kilómetros fue solo imaginaria. Mi mente ya no era un lugar seguro y los vítores de las personas que salieron a las hermosas calles de la ciudad a entregar su aliento eran el soporte que hacía que mis piernas siguieran dando sus movimientos como ajenos a mi persona. Prendí la cámara sabiendo que las 3horas 20 quedaban en la quimera y grabe una nueva meta de maratón. 

La primera vez que cruce el pórtico de meta fue en Santiago y desde la calle Mc Iver mi cuerpo somatizó las más de cuatro horas que llevaba corriendo y comenzó a desahogarse mediante lágrimas inesperadas e incontrolables. La major NYC me hizo agradecer al equipo que siempre dio el aguante y me permitía cruzar la meta con la negra, mi pareja corredora también. Las lágrimas en dicha ocasión tenían una diferencia. Eran respuesta a una alegría consciente y consabida por haber logrado terminarla de manera conjunta.

Las 12:30 y algo del domingo 24 de septiembre, hora local de Berlín, instantes en quie cruzaba Brademburgo Tor abrió una nueva forma de emoción. Mi voz quería hacer patente lo hermoso que significa para el cuerpo y un atleta recorrer los 42,195 metros tenía como objetivo seguir incentivando a otros a ponerse zapatillas. Tenía como propósito motivar a mis cercanos a moverse. Tenía como finalidad mostrar al mundo (gracias a las RRSS) que la MARATON es sin duda el mejor de los remedios para enfrentar la vida, pues como reza por allí, aquel que corrió esta distancia puede hacer lo que quiera en la vida.

Es un bello camino que es lindo de transitar. En mi caso, si todo se da, lo viviré nuevamente estoy seguro con las mismas ansías y alegría en octubre del próximo año con la intención de una nueva posibilidad de Major (tercera esta vez) en la hermosa ciudad de Chicago.