miércoles, 10 de abril de 2024

Un nuevo proceso.

El domingo 07 de abril del presente año era un hito que estaba agendado hace más de seis meses. Esa fecha sindicada como el día D para poner fin a un extenuante, pero siempre satisfactorio proceso de maratón.


La etapa estival del 2024 tuvo mis mejores performances y debido a ello la confianza iba en aumento en forma paralela. Es cierto que tan solo se referían a entrenamientos especificos entregado por mi coach o un clásico long run donde puse a prueba la indumentaria y la alimentación que me ocuparía durante esa “madrugada” por las calles del gigante de Sudamérica, pues Sao Paulo, era el destino elegido para este primer semestre.

Correr 42k al menos una vez al año se ha vuelto costumbre, espero no sonar soberbio, pero la media y larga distancia son mis instancias deportivas favoritas dentro del running. Es por ello que cimentado en el proceso virtuoso que había tenido más mi tiempo anterior en la distancia (PB en Berlín el año pasado con 3:28:40”) tenía como objetivo para esta nueva carrera algo ambicioso. 

En más de una ocasión en mi proceso de visualización me vi cruzando la línea de meta alzando los brazos en forma de “Y” mostrando una amplia sonrisa para los flashes que se suponía estarían aguardando bajo el pórtico de salida. Con esta predisposición quería acostumbrar al cuerpo a esa hermosa sensación que es el llegar a meta. 

Si bien era audaz en mi ensoñación el tiempo de llegada era aquel que me permitiría optar a un cupo por tiempo en los majors que aún me quedan por recorrer. Salvo TOKIO para el resto un tan “solo” 3h 19’ 30” sería mi podio número 1. Decir que me preparé para ese logro no sería absurdo, de hecho la proyección que hacia mi @garmin era por lejos bajo ese rango. Si bien los días previos al recién pasado domingo 07 de abril la miraba de reojo sabía de la dificultad que significa correr (en mi caso) a un pace de 4:44 per km.

Sea como fuera cuando mi reloj marcaba las 5:28am (lo recuerdo bien pues realicé un video para esta carrera que puedes visualizar en mi canal de youtube (@julianbravo runner) la garuga alimentaba las esperanzas. 

Decir que los runners celebramos cada nuevo avance y creamos discursos favorables en torno a estos no es falso, es por ello, que el andar que hice junto a la @negritaentrenando (la compañera de carreras) hacia el encajonamiento tenía ese tufillo a posible logro.

El salir en la primera ola (6:10am tan solo cinco minutos después del grupo élite) también puso su grano de arena. Pulsé el estar de mi Garmin 265 con expectación, con alegría y confianza, pues tenía un plan. Partir lento los primeros kilómetros para luego del número 30 comenzar a correr. Creía que sería cosas de gestionar el tiempo a favor que me indicaría mi pace pro plan.

Dividí mentalmente el circuito en seis etapas. Los primeros siete mil metros estaban dentro del rango adecuado, mi ritmo se sostenía con facilidad y mis pulsaciones estaban controladas a pesar de ver como otros runners avanzaban con inusitada rapidez.

El segundo tramo, es decir, el kilómetro 14 me dejaba junto a un grupo de seis aficionados al running con buen tranco y unas acompasadas respiraciones, lo fantástico para mi en esta parte del circuito estaba dado por la cantidad de minutos a favor.  3’25’ ahead to goal expresaba una de las capas en la pantalla mi reloj.

El pasar la media distancia (21k) con tiempo a favor llenaba de aire mis pulmones, le daba más energía a mis piernas y hacia prometedor la segunda parte. Estaba a menos de dos horas de obtener el logro más preciado hasta este momento de mi carrera deportiva, el ingreso por tiempo a las ligas mayores. 

He participado de tres major (NY en dos ocasiones y BERLIN, el año anterior) sin embargo, todos los ingresos han sido mediante la tómbola. Es por ello, que Brasil se veía como la chance propicia para acceder a ese sitial privilegiado.

El sentir esa cercanía trajo como resultado un aumento no pensado del pace. Es claro que no veía nada de malo en ello. Seguía compartiendo con los mismos colegas las zancadas y los braceos hacia nuestra felicidad. 

Pasamos el famoso muro con holgura y bien alimentados cada 35’ como lo indicaba la planificación. La cabeza comenzaba a traer al cuerpo aquella ensoñación vivida con antelación en el proceso preparatorio. El corazón seguía cobijado con cariño, es por ello, que no veía nada que me detuviera. Iba feliz y con entusiasmo…

En el kilómetro 36 la organización tenía dispuesto un lugar para refrescarse con “los copos” que luego reciclarían en favor del medio ambiente. Allí luego de tomar uno, apretarlo con el pulgar para romper su sello y comenzar a beber fue cuando de golpe quedé without energy. 

De allí en adelante vi como desaparecía mi objetivo y escuché con fuerza como mi cuidado cuerpo me susurraba a modo de grito que no había más nafta. El estancamiento en mis piernas y la baja de pace fue un emparejamiento natural y sin tiempo para pensar en revertirlo. 

A pesar de ello el registro continuaba con un tiempo ahead to goal. El beep del metrónomo seguía sobre mi muñeca derecha con la misma monotonía que hasta allí me permitía reconocer mis zancadas. Ahora sonaban como un gran cañón que dinamitaban mi andar.

Caminé por vez primera en una corrida de 42k, a esa altura no era el único corredor. El último sexto de la carrera fue realizado entre pensamiento que quedaron registrados en mi gopro y paces que oscilan entre 6’ hasta 7 o más…

Dentro de mi proceso de preparación el observar la carrera en el YOUTUBE había sido uno de mis impostergables y sabía que uno de los últimos pasos bajo nivel estaba pasando el kilómetro 37, es por ello, que creí que desde allí sumado al descanso obligatorio me permitiría al menos bajar mi propio PB.

Iluso de mi parte, pues sin ninguna justificación a falta de dos kilómetros para llegar y escuchando a lo lejos un ruido de aquel sonsonete típico de la alegría carioca, aparece un nuevo paso nivel. Totalmente desalentador e innecesario que terminó por dinamitar mi esperanza de al menos NUEVO PB.

Saqué mi bandera del cinturón. La desplegué de manera suave. Con mi mano derecha pulse el record de la cámara que tenía sobre el pecho y me envolví en nuestra hermosa bandera. 

El final fue épico por dos sentidos. El primero escuchar el aliento ensordecedor (cerca de la meta) de los brasileños, quienes en una especie de callejón daban la mano a diestra y siniestra como una forma de celebrar nuestra batalla y demostrarnos cuán grosso éramos por el hecho de estar allí.

El segundo se reflejaba en mi piel. La tricolor era la que me llevaba consigo. Mis pies a esta altura dañados por las ampollas creadas posterior al décimo kilómetro se acomodaban en cada nueva contacto con el suelo (irregular en muchos tramos del recorrido) y el cansancio dejaba su espacio a la sonrisa amplia, la misma que tras cruzar la línea de meta en tiempo superior a las 3 horas 35’ me decía con la misma claridad de los flashes que un nuevo proceso tendrá su día D en octubre sobre las calles de Chicago, cuando me cuelgue la tercera medalla de major y quien sabe si me da el paso para Londres. 

Eso es parte de un nuevo race report que estaré feliz de contarte.