viernes, 17 de febrero de 2023

FEBRERO

El segundo mes del año ha sido súper movido. Enero tuvo también sus puntos altos, pero esta tarde de viernes han quedado en el pasado. No tengo ninguna objeción en contra de los días pasados, desde hace un tiempo que gozo cada uno de ellos y aprovecho el día a más no poder. En ocasiones es consciente en otras sé que he resuelto algo en pos de aquello y me deja apaciguado.

Tan solo es el fin laboral de la tercera semana y he querido estar frente a la pantalla desde hace mucho. El viaje a las Torres del Paine es más que solo un hito que finalizó junto con el primer mes del año 23. Allí fue donde conviví diez días con quien comparto un hermoso caminar desde hace más de un año y con quien disfruto de cosas en común.

La capacidad de hablar con honestidad es una de las que observo en el día a día. Con esto quiero expresar que en mi caso me expreso sin tapujos, existe la sensación en mi ser que puedo tratar cualquier tema con respeto y amor. Dos de los ejes que he venido combinando en mi vida y que trato de proponer a quien me conoce y comparte parte de su tiempo junto a mi. 

Resulta que el andar ha sido de lo más que hay. En más de una ocasión le he expresado que el sino nos volvió a juntar en la instancia calma de nuestras vidas y realmente lo siento de esa manera. Creo que el destino nos ofreció una nueva chance de entender de qué va la vida y gozar cada instante con la determinación de saber que puede ser el último en conjunto.

Suena aterrador, pero tengo esa certeza y me permite ser ecuánime (al menos desde mi perspectiva lo intento) cuando debemos tratar algo peliagudo. Es complejo presentar los puntos de vistas basados en la compasión y en la bondad.

La rueda de la fortuna, allá en un septiembre lejano, volvía a poner en mi camino a aquella dulce niña que fue parte de mi crecimiento en los inicios de los 90 y con mucho tacto trataba de no arruinarlo.

Suena lejano, pero no deja de ser verdad. Ella reseñaba aquel día once en sus redes sociales, después de 24 años volvemos a encontrarnos y me taggeaba en IG. La alegría sentida durante el trekking de Aguas de Ramón se volvía a evidenciar en mi piel y en la sonrisa que se dibujaba en mis labios.

Soy honesto cuando escribo que mis pensamientos disfrutaban (lo siguen haciendo) cada instante junto a ella. El deambular de mis actos no los recuerdo con exactitud, pero al parecer, según su perspectiva fui demasiado lento.

Algo más de tres meses fue el período de cautela que mi cuerpo y mente previeron como necesario para su regreso a las lides del amor compartido. Fue una simple pregunta la que me permite hoy reseñarla yo a ella. 

¿Puedo cruzar la línea? o algo así, para luego agregar algo más compasivo aunque no recuerdo con certeza cuál fue el diálogo dispuesto sobre su cama. Estábamos mirándonos recostado. Teníamos las manos debajo de la cabeza como una suerte de almohada y nuestras miradas se sostenían en la penumbra de la tarde.

La anuencia de ella vino en un monosílabo, tras el cual, acerqué mis manos a su cara la atraje hacia mi y la besé. Suave en un inicio, luego nos permitimos agregarle candela al encuentro. Fuego que hasta ahora renace en cada nueva posibilidad que nos regala el día a día.

Decir que espero con ansias, no es una exageración, como tampoco lo es que durante su ausencia, su presencia se hace más fuerte y me acompaña en cada uno de mis actividades. Ya sea en la lectura, como sucedió con Aniquilación de Michelle Houellebecq o cómo sucede cuándo finalizó un entrenamiento.

Hoy está en su departamento con su cabeza llena de reuniones y cosas por hacer. Por mi parte, a la espera de que en un par de semanas vuelva a encontrarme con un aula y nuevos retoños- si se tocar las teclas justas- ávidos de aprender.







 

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