Estoy sumido una vez más en mi pieza. El ambiente no es tan cálido como en anteriores versiones de las entradas. Es junio y mi mente no deja de darle vuelta a un asunto. Cuando era un niño, en más de una oportunidad pensé que un personaje de los escritos que leía me había engullido en sus fauces, con una suavidad tal que ni siquiera la sentía en el momento en que emitía algún enunciado que podría ser catalogado como "sentencia" frente al algún tema que se abordaba.
En mis primeros años, los escritores, personas que siempre me han alucinado por la capacidad de encontrar los vocablos precisos (desde el contexto de recepción) para ir contando la historia, me han presentado delante de mis ojos, una cantidad de personajes y acciones lucidas que ya se las quisiera uno en la vida "real". Sin embargo, son también las oscuridades de esos mismos los que garantizan que la enseñanza o aprendizaje será total en cuanto cierres definitivamente el libro.
Crecí con muchos que mezclaron sus pensares con sus propias vidas de manera elocuente. Para aquello, hoy creo, enfrentaron una responsabilidad enorme al sentarse frente a una mesa con lápiz (como lo harían los que se transformaron en clásicos) o a la preciada Olivetti, para aquellos más cercanos a mis primeros pasos, para luego, al igual que lo hago ahora, estar frente a un pc o laptop, con la sola finalidad de dejar presencia de sus sentimientos.
En mi caso, este me ha tenido alborotado desde hace unas horas. La mañana comenzó perfecta, pues reanudaba los encuentros grupales de entrenamiento en el principal pulmón de la ciudad con unos sólidos sesenta minutos a un ritmo - que en la actualidad puede llamarse piola- adecuado para no infligir a mi corazón molestia alguna.
Los sucesos que después acaecieron y que no tienen porque estar escritos más que en mi cabeza y corazón, me dejaron nuevamente frente a ese joven que a temprana edad percibía que desde sus labios surgían palabras dignas de las obras leídas.
En cuanto comencé mi respuesta en esa amplia sala-comedor en la zona oriente mi cuerpo de dividió y pude observar como la persona que estaba en un extremo de la mesa comenzaba su discurso. Decir que fue espontáneo no sería del todo cierto, pues y aquí el nexo con el joven Julián, había previsto que en alguna etapa de mi vida estaría en frente a esa misma pregunta y deseaba de manera ferviente que tuviera esta misma reacción. Lo que no tenía en mi mente era que enfrente tendría a una persona tan querida.
Siempre pensé que se daría en otro escenario, no en uno donde había estado mi corazón lleno de regocijo y que de alguna manera u otra, repercutirá en lo sucesivo, pues tal y como se lo he enseñado a los estudiantes, cualquiera que sea la motivación para actuar de cualquier personaje en los libros, esta traerá una nueva acción asociada.
La única diferencia es que los escritores tienen un plot que seguir, para este ser que escribe hoy y que el despertar está en su vida hace menos de una década, solo el tiempo le dirá cual será el nivel de esa CONSECUENCIA.